¡Con qué ansias han esperado bastantes maestros y otros esperan que les llegue la jubilación! Y es que ya están cansados de tanta tontería posmoderna que los ha convertido en piltrafas sin autoridad, bajo el poder de niños y padres. Me da una tremenda pena y me indigna esta situación porque resulta que esos maestros que están deseando marcharse suelen ser los más competentes y exigentes con sus alumnos y, mire usted, a los niños no hay que mandarles tantos deberes –afirman padres y psicólogos a los que parece que les ha tocado el título en la tómbola- porque es que los niños tienen que relacionarse entre ellos y jugar y hablar con sus padres y además es que con tantos deberes se acuestan muy tarde y eso es malo para su estabilidad psíquica.
Cuidado con el niño que se puede traumatizar y herniar. Primero, deberes, los mínimos y eso si es que tiene deberes. Segundo, los padres están metidos en todas sus actividades extraescolares que ya se convierten en una demostración de a ver quién tiene más recursos para inscribirlos en yoga, gimnasia, inglés, francés, música, deporte... Los padres se entrometen en todo, montan chats en la Red para preguntarse entre ellos asuntos que son los niños los que tienen la responsabilidad de saber, atendiendo a lo que les dicen sus maestros pero, ¿y si se hernian? Y a eso lo llaman amor por los hijos, es que hay que ayudarlos, esto es la democracia. Sí, pero, ¿ayudarlos tanto? ¿No dicen que hay amores que matan?
Luego, muchas fiestas y costosas, que no sé si son para los hijos o para que se relacionen los padres. Cuando llega la adolescencia, los padres tienen que meterse a taxistas y chóferes particulares y recoger a las niñas de las discotecas y, como las niñas ya están empoderadas, encima si llegan tarde a por ellas o los padres se oponen a ser esclavos de las ceremonias púberes, agarran un enfado de no te menees. Al llegar a los 18, carnet de conducir y cochecito pero susto continuo porque, ¿y si beben y les pasa algo? Además, miren todo lo que sale por los medios de comunicación, ¡Dios mío!, ¿y si les ocurre algo de eso a los niños que siempre son niños para los padres que los han convertido en niños y en adolescentes eternos?
Al terminar la carrera –y antes- hay jóvenes decididos –a pesar de la funesta educación recibida- que se quieren ir a otros países con becas o sin ellas para aprender porque hoy el país de los jóvenes se llama Mundo y no Sevilla ni España. ¡Oh! ¡Qué miedo! ¡El niño y, sobre todo, la niña, por ahí, fuera de la imprescindible intromisión paterna!
La selva de la vida es hoy más agresiva que nunca y sin embargo la endeblez educativa también es la más acusada de la historia contemporánea, de ahí proceden los fracasos futuros de las personas. Pero sigamos así, eso se llama miedo, confusión y egoísmo, no amor y deseo de que los que vienen detrás de nosotros sean mejores que nosotros y contribuyan a que el mundo sea más habitable. No hay ni un solo animal en la naturaleza que no tenga que salir todos los días de su aposento a buscarse el alimento correspondiente sin saber si va a regresar o se lo va a comer otro animal. Pero nosotros somos personas, ¿verdad? Y si se les pueden evitar sufrimientos y molestias a los niños, ¿por qué no hacerlo? Bien, sigamos pues con nuestra filantropía paterna.
Oiga, columnista de mierda, ¿y qué propone usted a cambio? Nada, ¿acaso mis propuestas le iban a servir de algo?, ¿ha crecido usted?, ¿ha madurado? Usted es el moderno, yo sólo soy el que va de vuelta y lo que debo hacer es morirme para que nadie le cuestione el cuento que se ha montado con el objetivo de no hacerle frente a la vida, un cuento que pagarán caro sus hijos. Menos mal que existe la genética y los humanos no hacen siempre aquello para lo que les han moldeado el cerebro.